martes, 7 de enero de 2020

Zoltán Kodály. Un canto por la paz

En marzo de 1944, un govierno militar ayudado por los nazis se instauró en Hungría. El ejército ruso, que veía en la capital —Budapest— un objetivo fundamental, empezó a asediar la ciudad desencadenando una larga y cruenta batalla. Durante siete semanas, los bombardeos sobre la ciudad fueron constantes hasta que, en febrero de 1945 se alcanzó la rendición incondicional. Aquellas semanas de violenta lucha dejaron un fatal rastro de destrucción. Ya fuese por causa de los bombardeos, o por causa de la inanición y las enfermedades que aquella situación desencadenaba, el número de víctimas fue terrorífico.

El puente de las cadenas, de Budapest. Destruido durante aquellos días.

La población civil que había quedado atrapada en la ciudad, tuvo que esconderse en los refugios y subterráneos, tratando de evitar las bombas y las acciones militares. En los subterráneos de la Ópera de Budapest se refugió Zoltán Kodály, uno de los más destacados músicos húngaros. Kodály fue un luchador incansable por la educación musical. A parte de su extraordinaria música, nos dejó todo un sistema pedagógico de enseñanza musical para los más pequeños con los que han aprendido generaciones de niños. Para Kodály, la música tradicional de cada lugar era una herramienta fundamental para desarrollar las cualidades del músico.

Zoltán Kodály

Durante las semanas de bombardeos, en los subterráneos de la Opera de Budapest, Kodály trabajaba en su Missa brevis in tempore belli (Misa breve en tiempos de guerra). Se trata de una obra para coro con acompañamiento de órgano, con una inmensa carga emocional. Al contrario de lo que podríamos esperar, la misa está impregnada de esperanza. No es una música atemorizada, ni lastimera. Es una música reconfortante y lírica, transparente y luminosa. Los sufrimientos y penurias de aquellos tiempos parecen sublimados. El miedo se transforma en belleza y sensibilidad.

El momento clave de la obra se encuentra, bajo mi parecer, en el final del Agnus. Kodály sitúa el clímax en un momento muy significativo: cuando el texto reza aquello del Dona nobis pacem (danos la Paz). Es muy destacable la enorme insistencia en esta frase, que repite obstinadamente una y otra vez. La Missa brevis es, sobre todo, una plegaria por la Paz.



La obra se cantó por vez primera en los vestuarios de la Ópera de Budapest, transformados en una improvisada sala de conciertos, durante los días de enfrentamientos. Me gusta imaginar aquel momento. Una música sublime como esta, sonando en aquellas salas subterráneas y escondidas mientras, de fondo, resuenan las bombas que destruyen la ciudad. Se cuenta que una persona que escuchaba aquel estreno comentaba que aquellos sonidos de las explosiones parecían la parte de timbales.

La Missa brevis es una buena muestra de cómo la especie humana es capaz tanto de lo peor como de lo mejor. Mientras impera la crueldad, la barbarie y la destrucción, la esperanza y la luz se abren paso.


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