En casa de los Boulanger todo el mundo se dedicaba de un modo u otro a la música. El padre, Ernest Boulanger, era un reputado compositor además de profesor en el Conservatorio de París. La madre, Raïssa Mischetsky —de origen ruso— era, a parte de una mujer extremadamente inteligente y preocupada por la educación de sus hijas, una extraordinaria cantante. La hija mayor, Nadia (que ha pasado a la historia como la más grande profesora de composición de todos los tiempos con alumnos como George Gershwin, Leonard Bernstein, Aaron Copland, Astor Piazzola y un larguísimo etcétera), había destacado desde bien pequeña en el Conservatorio de París. En aquella casa, por la que solían transitar personalidades de la talla de Gabriel Fauré o Paul Vidal, había instrumentos por todos lados. Hasta un órgano.
En este ambiente impregnado hasta la médula de música nació, en 1893, Lili. A pesar de la extraordinaria estirpe familiar que le precedía, Lili tenía un talento tan desmesurado que desde pequeña deslumbró a todos. Su hermana Nadia contaba como Lili
tenía un talento tal que desde los dos años cantaba constantemente. Fauré solía venir a visitarla, encantado de acompañarla, porque Lili era capaz de interpretar una partitura que, dada su edad, parecía inconcebible que pudiese entender, pero que parecía entender a la perfección.
Las hermanas Boulanger |
Lili se paseó por la música: el piano, el violín, el cello, el órgano, el arpa... Pero pronto sintió la necesidad de mostrar su voz propia, hecho que la llevó hacia la composición. En 1913, con tan solo 18 años y con una de sus primeras obras, fue la ganadora del Prix de Rome, el legendario concurso de composición musical que premiaba a los ganadores con una estancia en la Villa Medici de Roma y que habían obtenido músicos de la talla de Hector Berlioz, Geroges Bizet, Charles Gounoud o, tras varios intentos, Claude debussy (y que músicos como Paul Dukas o Maurice Ravel, que llegó a participar hasta en cinco ocasiones, no obtuvieron). Lili fue la primera mujer en obtener este reconocimiento.
Una página del manuscrito de sus canciones Clarières dans le ciel, escritas en la Villa Medici |
Desgraciadamente, la salud de Lili había sido siempre muy precaria. Una neumonía que contrajo a los dos años dejó su sistema inmune muy débil y perjudicado. Durante toda su vida sufriría enfermedades gastrointestinales de manera crónica. Su vida y su obra están marcadas por la sombra de la enfermedad. Esta fragilidad la llevó a desarrollar una marcada conciencia de la muerte y a darle un tinte místico y profundo a su música. En obras como su Salmo 130, su Pie Jesu o la extraordinaria Vieja plegaria budista escuchamos una voz trascendente, profunda. En la aparente fragilidad de Lili radica, pienso, su extraordinaria fortaleza. Lili escribía música a un ritmo exhorbitante, como si intuyera su prematura muerte. Una muerte que llegó muy pronto. La enfermedad de Crohn se la llevó en 1918, cuando Lili tenía apenas 24 años. Demasiado pronto.
Lili Boulanger |
El poema sinfónico D'un soir triste, escrito en 1918 y una de sus últimas obras es una buena prueba de la impresionante madurez compositiva de Lili. El mundo musical que plantea es intenso y lírico, de una pulcritud técnica y de una imaginación armónica y tímbrica realmente increibles, y más pensando que fue escrita por una mujer de poco más de veinte años.
No soy capaz de imaginar el legado que nos hubiera podido dejar Lili si hubiese podido tener la oportunidad de gozar de una vida más larga. Nos deja un sorprendente y bello legado musical que se debe escuchar, amar y difundir.
P.S.: La comunidad científica bautizó el asteroide 1181 con el nombre de "Lilith" para honrar su memoria. Como apunta Jacques Sagot, hicieron muy bien: las estrellas deben morar entre las estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario